
SEQUÍA
Puedes escuchar este Pan Diario aquí:
«Hacia ti extiendo las manos;
me haces falta, como el agua a la tierra seca.»
salmo 143:6 NVI
Hace un tiempo atravesé una situación que me llevó a descuidar el riego de mis matas, ocasionando que una de ellas se secara por completo, todas sus hojas verdes se habían convertido en hojas secas, débiles y muertas, la tierra se encontraba completamente seca y árida.
La primera impresión fue que no creía que volvieran a florecer, pero aun así volví de nuevo a echarle agua constantemente para ver si sus hojas verdes volverían a renacer. Al paso de los días, la tierra se encontraba hidratada y detrás de la sequía venían renaciendo hojas nuevas. ¿Alguna vez te has sentido en un estado de sequía?
Al igual que mi planta, muchas veces pasamos por momentos de sequía, donde sentimos que nuestro espíritu se debilita y nuestros tiempos de intimidad aparentan no tener la misma fuerza que antes, llegamos a pensar que Dios nos ha abandonado y comenzamos a luchar con nuestros pensamientos, tales como que hemos dejado de ser aptos para estar en la presencia de Dios. Nuestras circunstancias aparentan ser más grandes que las promesas que Dios nos ha hecho en su palabra.
Independientemente del tipo de sequía por cual hayas atravesado, debes recodar que son etapas, donde el Señor nos permite adquirir madurez en nuestra vida cristiana, recordemos que siempre habrá momentos para reír y momentos para llorar, momentos de paz y momentos de caos, pero siempre en cada ocasión, Dios utiliza todas estas etapas para acercarnos a Él.
Cuando sintamos que nos encontramos lejos de Dios, dejemos nuestros sentimientos de abandono a un lado y corramos a buscarlo en su palabra, su promesa ha sido que nunca nos dejará y somos afortunados porque tenemos un padre amoroso y cuidador, cuando ponemos nuestra fe en sus promesas, logramos encontrar descanso en medio de nuestros sentimientos y nuestras circunstancias de soledad.
Recordemos que nada es para siempre (todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo, tal como nos enseña Eclesiastés 3:1), nuestros momentos de sequía son temporales y al finalizar, Dios se encarga de venir como el agua a la tierra seca y comenzamos una nueva estación, donde al igual que las plantas comenzamos a florecer, disfrutando del gozo y la plenitud de Cristo en nuestra vida.
-Por Juliana Flores-